LAS RAÍCES DE LA CORRUPCIÓN (Sábado 22/06/2013)
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Toby Valderrama y Antonio Aponte
La lucha contra la corrupción es, en apariencia, moralmente
irrebatible. Decimos en apariencia porque si la disecamos y la estudiamos en
profundidad nos toparemos con que también es un escenario de la lucha de
clases. Veamos.
No es lo mismo la visión de la corrupción que tenga un
capitalista que la de un revolucionario. Para el burgués es lícito, ético,
masacrar a unos jóvenes idealistas en Cantaura o invadir a Libia para
apropiarse de su petróleo. La infamia, la crueldad de las clases
explotadoras, es "legal", consagrada por las leyes que ella fabrica
a su imagen y semejanza, se apropian de la riqueza social y condenan a
millones a la miseria espiritual y material. Y ese crimen masivo, ese
verdadero genocidio que observamos en los cerros de toda la América, es
legal, es moral… no es corrupción para ellos.
Ahora bien, los oligarcas necesitan una ética para justificar el
sistema basado en el robo de la riqueza social, en la explotación del hombre.
Esta ética, esta moral, es el egoísmo: "si me beneficia es licito".
Claro que no aparece explicita, se cubre con una moñiga verborreica pero no
consigue ocultar su esencia: ¡la guerra de todos contra todos!
Es esta ética la base de la corrupción y su fundamento es el
capitalismo. Una economía egoísta, de propiedad fragmentada, un mercado que
es un coliseo romano en el que sobrevive el más tramposo, el más fraudulento,
el más corrupto. Entonces, no se podrá luchar contra la corrupción, más allá
de apañar a unos cuantos roba gallinas, sin cambiar la ética capitalista. La
corrupción, que estamos viendo y que hoy perseguimos, es el desarrollo, la
evidencia, de la ética burguesa que se expresa sin antifaz, descarnada.
Es necesario instaurar la ética Socialista, la revolucionaria, la
de la Conciencia del Deber Social, la del sentido de pertenencia a la
sociedad, que dicho en pocas palabras es: el beneficio de la Sociedad es el
beneficio del individuo, el perjuicio a la sociedad es perjuicio al
individuo, de esta manera no existe beneficio individual si este perjudica a
la sociedad.
Cuando la sociedad comprenda este principio, cuando se haga
hegemónico, entonces la corrupción disminuirá a niveles mínimos.
De allí que la lucha contra la corrupción puede ser policial,
como se hace hoy, eso es irreprochable pero incompleta, debe ser, ante todo,
una cátedra de formación de la nueva ética, ocasión para una discusión
revolucionaria y organizar la vanguardia que cobije la nueva ética, que sea
vitrina de la sociedad del futuro, los primeros a las horas del sacrificio,
los últimos a la hora del reparto de los beneficios. Pero, y sobre todo, la
lucha contra la corrupción será incompleta si no es una lucha frontal contra
el sistema capitalista y su ética.
La lucha contra la corrupción, llevada de manera aislada, corre
el peligro de transformarse en una cacería de brujas y de sentar las bases
psicológicas del fascismo.
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